DEFENSA DE BARCELONA POR LA MAS FUERTE AMAZONA

POR FERMIN DEL REY


PERSONAS QUE HABLAN EN ELLA:

Wifredo, Conde de Barcelona.

Petronila de Agramunt, Condesa.

La Reina Graca.

Doña Laura

Don Berenguel de Grumanat.

Don Gaston de Moncada.

Don Jayme Durfot.

Don Juan, Señor de Cervera.

Alifama, General.

Rey de Castelldaséns.

Rey de Tremecen.

Mahomet.

Celin.

Otro Moaro.

Soldados Almugaberes.

Moros.

JORNADA PRIMERA

Salva corta, suenan caxas y clarines, y sale el Rey de Castelldaséns, Tremecen, acuchillando a Don Gaston de Moncada.


Castelldaséns: Rinde la espada, ó muere, tocan.

Moncada: Morir puedo, no ver el rostro al miedo; ni acostumbra jamas rendir la espada, un Español, un noble, y un Moncada.

Tremecen: Desarmadle.

Moncada: Primero aquesta vida quedará à vuestra costa bien vendida.


Caxa y clarin, y salen Cervera, y Soldados.


Cervera: Irritad, foragidos, la ira fiera: tocan, contigo estoy Moncada.

Moncada: Si un Cervera me dispensa el auxilio de su mano, poco es todo el Exercito Africano, vas.


Se entran acuchillando, y salen Alifama, Mahomet, y Moros.


Alifama: ¿Qué confusos rumores de arma, viva, commueven todo el campo?

Mahomet: Fugitiva tropa, segun permite la distancia, con no vista arrogancia, de inumerales Moros se defiende.

Alifama: Tocada a recoger, ¡ que mal entiende quien entiende, que en trances de campaña, es el valor efecto de la saña! Tocan.

Mahomet: Ya los nuestros, à el eco mal sonoro retirandose vienen con decoro, y la christiana tropa perseguida, dentro de la ciudad halló acogida.


Salen los Reyes de Castelldaséns, y Tremecen, y Moros.


Tremecen: Sin duda influye al Español Christiano, el aliento de Marte soberano.

Alifama: ¿Que motivo, aliados siempre fieles, mientras yo recorria los cuarteles, la lid incita, y vuestro aliento altera?

Castelldaséns: Disfrutaba una calma lisongera, vuestra gente al descanso, que ya estraña redimiendo el afan de la campaña, de continuos asaltos producido, bien que inutiles siempre, quando herido el parche, avisa en ecos concertados, que hacen una salida los sitiados, y que su arrojo ciego, en nuestras mismas tiendas prende fuego: acudimos al punto, mas su suerte es tanta, que sembrando de la muerte entre nosotros, palidas señales, pues sus golpes fatales, producen el terror, y el miedo inspiran, com perdida muy corta se retiran.

Tremecen: Yo recelo que España se liberta una vez de nuestra saña, segun se oye en distintos continentes, el destrozo total de nuestras gentes; y segun en aquestos, la experiencia nos expone mayor inteligencia, pues si el terror del Moro el gran Pelayo, Petronila es asombro, es furia, es rayo.

Alifama: Valientes Africanos, vuestros tristes augurios son muy vanos; esa Ciudad, que heroyca en tantas lides, gloria de España, fabrica de Alcides, el orbe admira, y su extension corona, (que à tanto es suficiente Barcelona) presto besará humilde vuestras plantas; aunque, en fortuna tantas, dificulte la empresa con fuertes adalides, su Condesa. Tarde ò nunca las coleras christianas, romperan las coyundas Africanas: bien que imaginen con extintas furias en aqueste emisferio, y el de Asturias enmendar los desastres de Rodrigo, una muger, y un debil enemigo.

Trescientos mil Campeones, con que tengo cercada à Barcelona, apoyan la razon de mis razones, sin infinita gente, que blasona de querer militar en mi estandarte, por gozar de mis triunfos una parte. Presto vereis aquestos altos muros, titubear en si proprios mal seguros, quando de nuestra gente los insulte el asalto nuevamente. Mas para castigar de estos cautivos, en parte, los orgullosos siempre altivos; y porque tambien vean, si lo ignoran, tal vez con quien pelean, mientras la tropa algun descanso adquiere, le permito al que un lauro pretendiente que à particular duelo, y desafio, retar pueda al Christiano de mas brio.

Castelldaséns: Generoso Alifama, cuyo heroyco valor, el orbe aclama, ese alto pensamiento, es produccion muy digna de tu aliento; y yo antes que otro alguno à igual aviso la ley reclame, acepto tu permiso: que si algun Africano solicita en el pèrfido Christiano, emplear por su honor la dura lanza, yo à un tiempo por mi honor, y mi venganza, pues no ignorais, que en Barcelona gime à la esclavitud fiera que la oprime, baxo infame cadena, vil è ímpia, la infeliz Reina Graca, esposa mia; y si aquesta razon no es suficiente, sealo el no ser decente, que en asuntos de fama, empeño y gloria, dignos de vincularse en la memoria, ningun osado Moro precediera, à quien Castelldaséns por Rey venera.

Tremecen: Serian tus razones muy fundadas, siempre que entre las huestes aliadas por ventura no hubiese un Rey de Tremecen que se opusiese. Yo General del mar, si de la tierra el invicto Alifama, en esta guerra, digno de preferirme no hallo alguno; y asi este honor es mio, ò de ninguno.

Castelldaséns: ¿Vos, decrèpito anciano, à quien tiemblan las armas en la mano, à mi osais oponeros?

Tremecen: Si en batalla brillasen los aceros, tal vez à vista mia, mas tu joven orgullo temblaria.

Castelldaséns: La prueba te presento. Empuñan

Tremecen: Yo castigaré pronto tu ardimiento.

Alifama: Tened, que ya es preciso, que à los dos exceptue mi permiso al veros irritar en mi presencia.

Castelldaséns: A ella sola se rinde mi obediencia; mas solo en esta parte protextando, que si subordinado à tu mando servimos todos en la accion presente por orden Soberano dependiente de aquellos Amiratas, posesores de Africa, y de España Emperadores no hay subordinacion en mi que alcanze à renunciar un trance.

Tremecen: El proprio es mi dictamen, y renuevo la propuesta anterior.

Alifama: No desconfio de la experiencia en vos, en vos del brio, ni pretendo arrogarme en mis victorias un derecho, que humille vuestras glorias; mas recelo que acaso la fortuna, nunca al valor, si al merito oportuna, logrando un faltal golpe en vuestras vidas, dexe mis esperanzas destruidas: pero al ver obstinados en la accion vuestros pechos esforzados, imagino hallar medio, sin desdoro de alguno de los dos, donde el decoro decida.

Tremecen: Si posible el medio adviertes, ¿Qual es el que propones?

Alifama: Hechar a suertes, y à quien la suerte corresponda, lidie, sin que mas que la suerte otro la envidie.

Castelldaséns: Yo abrazo tu dictamen.

Tremecen: Yo le admito.

Alifama: Pues venid à mi tienda, donde os cito, à decision tan grata, y plegue al Cielo, porque no se malogre mi desvelo, que à quien toque la suerte, lleve en su mano el filo de la muerte.

Castelldaséns: Si hará, si es que à mi mano fia el Cielo el azote del Christiano.

Tremecen: Si hará, quando en mi mismo contra el llevo, las furias del abismo, va.


Salen la Condesa Petronila, la Reyna Graca en trage Africano, Grumanat, Cervera, y Moncada.


Moncada: Si vuestro perdon merece quien por gloria de la Patria, bien que sin licencia vuestra, expone el pecho à las armas enemigas, disculpad.

Petronila: No, Don Gaston de Moncada; mal puedo disimular una accion tan temeraria, como exponer vuestra ilustre sangre à la enemiga saña, (supuesto que una salida, ni quita, ni dà ventajas) quando para el bien comun nos importa conservarla.

Y vos, Don Juan de Cervera, cuyas ilustres hazañas, admira el orbe, sabed, que à mi valor encargada, quedó solo la defensa de Barcelona, esta Plaza, que objeto particular del Moro, sus brios canta. Esta accion me envargó el Conde mi esposo, que ausente se halla, como Auxiliar del Imperio, dando triunfos à sus armas: mas no me advirtió permita escaramuzas bizarras, en que con perdida nuestra, los enemigos se aplaudan.

Cervera: Pocos aplausos, Señora, tributaran à su fama las salidas que hemos hecho, si ya con lenguas de llama no las aplaude el incendio de sus tiendas de campaña.

Petronila: Yo admiro vuestro valor, y veo la intolerancia con que soportais de un sitio la opresion; mas la esperanza de que ha de llegar un dia en que el brio satisfaga su noble sed en los fieros enemigos de la Patria, os puedo adular: mi esposo, à quien mi pecho idolatra, llegará presto; y entonces, en decisiva batalla probaréis vuestros alientos, con las huestes Africanas: ¡oh! Llegue el dia felice en que lisongee mi alma la noticia de su arribo; pues en mis amantes ansias, son muchos siglos de ausencia cada instante de tardanza.

Graca: Si en vos la ausencia, Señora, tan tristes efectos causa, quando os encontrais ceñida de marciales alabanzas, y vuestro esposo aclamado por las naciones extrañas, ¿ que no motivará en mi, sola, prisionera, esclava, è ignorante del destino que à mi esposo le amenaza?

Petronila: Sentir la ausencia, es efecto del amor: mas la constancia en la adversitat, es prenda del heroísmo. No, Graca; no sois prisionera, estais como en rehenes en mi casa, donde os previne hospedaje, no prision, mi amistad rara, si no digno à vuestras prendas, decente a vuestra elevada sangre: en prueba de esto, no permití cuando la saña, de los vuestros, puso sitio à esta Ciudad, os llevara à la de Vich, donde à mi orden condujeron arrestadas las personas de Alarin y Tuiz: se bien quanto es grata aun la libertad, que impide una prision cortesana; mas fiad, que rompa vuestras cadenas imaginarias la venida de mi esposo, que anhela gozosa el alma.

Graca: Tanto favor agradezco, con rendirme à vuestras plantas.

Petronila: Levantad.


Sale Durfot


Durfot: Señora, dadme albricias.

Petronila: Ya os las prepara mi corazon, que me anuncia regocijos.

Durfot: Esta carta me dió un soldado, que llega del Exercito de Francia.

Petronila: Don Jayme Durfot, à tanto dón no hay precio que equivalga, sino el ser parte à los gozos, que en mi corazon resaltan. Letra es de mi esposo el Conde: Caballeros, escuchadla, que el amor de mis vasallos exige igual confianza.

Amada esposa mia, origen de mi pena y alegria, los continuos afanes de una guerra, que de tus dulces lazos me destierra, ya extintos, me permiten avisarte, con su ceño feroz serena Marte; por lo que à mi partida suspirada no ha de tardar en verse efectuada. Cuida de Barcelona, siempre altiva, mientras mi espada en tu socorro arriba. Con los Condes de Urgel, de Tarragona, de Rocaberti, Besalú, y Cardona, que reclutan en Francia gente para que domen la arrogancia del intruso Africano, regidas por su impulso, y por su mano, é interin al deseo corresponde, su exito, à Dios mi bien, tu esposo el Conde.

Nobles Patricios, Vasallos leales, vedme empeñada nuevamente en la defensa que mi esposo me reencarga. Dificil es el asunto; pero sí vuestras espadas me asisten, como hasta ahora, en esta universal causa, presto espero destruir las Moriscas asechanzas, y desempeñar del Conde mi esposo, la confianza.

Cervera: Si mis antiguos servicios agregan à mis palabras algun crédito, os la doy de morir en la demanda, que en quanto puede ofrecer, en iguales circunstancias, Don Juan, Señor de Cervera, à Dios, à cos, y la Patria.

Grumanat: Berebguer de Grumanat sus ofertas os dilata,, hasta que la ocasion misma sea capaz de acreditarlas.

Moncada: Yo con servir, como siempre, à inmortalizar mi fama aspiraré.

Durfot: Y quantos nobles en Barcelona se hallan, por mi os ofrecen lo mismo.

Petrinila: Cervera, Durfot, Moncada, Grumanat, solo en vosotros estriva mi confianza. A todos abraza fina, y à todos os doy las gracias; ¿pero que clarin es este?

Tocan

Cervera: Acaso serà llamada del campo al muro.

Petronila: Pues vamos al muro à inquirir la causa; mas si intenta proponeros partidos el Alifama irritando nuestras iras, inutilmente se cansa.

Grumanat: Los partidos quer anhelamos, en las hojas azeradas se han de escribir con su sangre.

Moncada: Salgamos à la campaña, y muera el perro.

Petronila: Venid, y escuchemos lo que trata, que si el lanze lo exigiere, tambien sé ceñir la espada; que una cosa es no buscar la ocasion, y otra excusarla.

Cervera: La prudencia, y el valor, solamente en vos se hermanan.

Moncada: Vamos, mas sea diciendo: Cervera: Nuestra lealtad. Durfot: Nuestras ansias. Todos: Triunfe Petronila, muera el Moro, y viva la Patria.


Salva larga, muro con puerta practicable, y vista de la ciudad, y salen Castelldaséns y Tremecen.


Castelldaséns: Pues os tocó la suerte venturosa de salir à la lid, pues mi destino me rehusa una empresa tan gloriosa, y me ofrecí à serviros de padrino, porque mi cimitarra munca ociosa de un modo ù otro emplee el temple fino, haced à la Ciudad llamada nueva, è inspirado el clarín, su atencion mueva.

Tremecen: Rey de Castelldaséns, muy obligado à vuestra urbanidad me considero en que à la suerte el cuello hayais doblado, y en la lid me acompañe vuestro acero. No se observa en el muro algun soldado; repetid la llamada,

tocan y responden

mas ya infiero correspondido aquel metal sonoro. Escuchadme, Christianos.


al muro la Condesa y los Christianos.


Cervera: Habla, Moro.

Tremecen: Cautivos, cuyo barbaro ardimiento sacudir solicita la coyunda, que à la misma porfia del aliento construis mas gravosa, y mas profunda, sabed mi pretension, oid mi intento, si el pavor de escucharme no os inunda, mientras limites se hallan à una guerra que es universal pasmo de la tierra. Yo el Rey de Tremecen cuyas victorias subministran asuntos à la fama, mirando en innacion mis propias glorias, y ocioso el noble ardor, que el pecho inflama, reconozco que en vano à las memorias posteriores mi nombre se derrama si venzo à un enemigo amedrantado, y en la tumba de un muro sepultado; y asi, porque mi esfuerzo se glorie, de una accion que sin timido embarazo, no de todo un Exercito se fie sino de un solo impulso, un solo brazo, incito vuestro orgullo à que desvie su pánico terror un breve plazo, porque le substituya el marcial brio, y à singular batalla os desafio. Salid, victimas tristes; si la muerte corta vuestros alientos delicados, morid como acostumbra el varon fuerte, no murais qual cautivos encerrados: fallecer de cobardes, es vil suerte: pelead i morid como soldados, que aunque salis del muro sin estruendo, muy mal pelea el que pelea huyendo. Salga contra mi solo el que en la varia voz de ese vulgo mas renombre adquiera, salda el de Arañonet, salga Angularia, Olapde, Doms, Menargas, y Cervera: salga el de Grumanat, si la contraria suerte en su sacrificio persevera; y si anhelan la civica corona, salgan Duzall, Durfot, Saró, y Cardona. Uno à uno os espero: ved que Apolo ya declina entre debiles trasuntos; mas si alguno recela el salir solo, salid, que os desafio a todos juntos. Tiemble el clarin el contrapuesto polo, y el que imagine à bélicos asuntos fixar su nombre en superior esfera, busque el peligro, lidie, triunfe, ò muera.

Petrolina: Valeroso Africano, cuyo intento à la muerte conduce tu pie errante, bien pudiera formas alto escarmiento en vosotros empresa semejante: que la victima seas mucho siento destinada al acero fulminante, pues no olvido, à pesar de tu arrogancia, la educacion que te debi en mi infancia. Mas si juzgas mi brio aniquilado, presto veras quan necio te atreviste; y pues para elecciones de tal grado, el derecho formal solo en mi existe, a la faccion prefiero al esforzado Grumanat, cuyas glorias conociste; y no os desairo en esto, ilustres Godos, que no faltaràn triunfos para todos.

Cervera: Yo bien que à mi pesar tu gusto sigo.

Moncada: Mi obediencia à mi pena se adelanta.

Grumanat: Yo vuelvo à castigar al enemigo, besando por esta honra vuestra planta.

Petronila: Una oculta instruccion, que ahora no os digo habeis de practicar en duda tanta.

Grumanat: Tambien de obedecer se honra el soldado: Moro, tu desafio está aceptado.

Tremecen: No tardeis, que en mi esfuerzo congeturo recobrár, ò Delfina, tu persona, rendir las altiveces de ese muro, y abrasar la indomable Barcelona.

Petronila:El valor ha de hacerlo.

Tremecen: Yo lo juro.

Grumanat: Dificilmente cumple quien blasona.

Tremecen: Ya está proximo el trance.

Grumant: Y tu castigo.

Tremecen: Yo te espero Christiano.

Grumanat: Y yo te sigo.


Salon corto, salen la Reyna Graca, Laura, y Damas.


Laura: Por suave que se proponga la cadena, siempre es hierro de la fortuna, y à quien la sufre agovia su peso; mas viendoos agasajada en el Real Palacio excelso de la Condesa, y mandando se os sirva con esmero que à su persona, parece infrato vuestro desvelo.

Graca: Laura mia, no presumas que es mi prision la que siento, pues esta modificada con el alhago, y en el zelo de la heròica Petronila, trocada la experimento en hospedage: el motivo, de donde mis desconsuelos se producen, es la ausencia de mi esposo; y aunque espero, que en fe de la libertad, cuya promesa me ha hecho la Condesa, podré verle, muy apriesa, no sosiego que en esperanzas de amor, tardan siglos los momentos.

Laura: La Condesa se dirige, gran Señora, à este aposento, desde el muro que confina con él.

Graca: Vendrá, segun creo, à reiterar sus finezas.


Salen la Condesa Petronila, Cervera y Moncada.


Petronila: El justo amor que os profeso, Graca hermosa, me estimula à no carecer mas tiempo de vuestra vista.

Graca: Un instante no hay en que no añadais nuevos eslabones à mi alma, ya que el pie se libra de ellos. Mas decidme, gran Señora, si me es licito el saberlo, ¿à que fin fué la llamada, que hizo al muro el Sarracense campo? Pues en esta duda vacila mi pensamiento por si puede deducirse de ella el general consuelo.

Petronila: No, Graca, tan solo fué del Africano el intento, incitar à un desafio particular, mis guerreros; y siendo el de tremecen el retador à este empeño, nombré al noble Grumanat, con el designio secreto, y la expresa orden, de que en el ardor mas violento de la lid, no le remate, si es que hacerle prisionero pudiese, para lo qual se practicarán los medios mas justos: ya os es notorio, que en mi puericia un tremendo trance de armas me conduxo à sus brazos alhagueños: que le debí las finezas de padre: que fuí creciendo baxo esta credulidad; y que el único pretexto, que à pretenderle parte en esta guerra motiva su acero, quando su edad le precisa à abandonarle en el templo de la paz, es el designio de recobrarme, volviendo à sus brazos mi persona, y mis brazos à su cuello. Dificil empresa sigue, pues ni la Ley que profeso, en cuyo honor verteria quanta sangre archiva el pecho, ni la amorosa ternura, que à mi ausente esposo debo, puede tener proporcion con sus ilusos deseos. Mas mi gratitud me obliga à mostrarle aquel respeto, que exige su ancianidad: su caracter siempre excelso, y los paternos afanes, que en mi corazon conservo, no obstante su intrepidez, me hace temer el afecto, no porque ignore ni dude de Grumanat los alientos, sino porque en altivo corazon, se trueca presto en despecho la osadia; y antes que rendir el cuello al vencedor, rendirá toda su sangre al acero.

Cervera: No receleis, gran Señora, del exito: yo os prometo, que Grumanat satisfaga muy bien los designios vuestros. No el trance de un desafio, mas de todo el universo la conquista, confiára yo à su feliz ardimiento, ¿ Y qué Monarca se puede florias, desde el contrapuesto polo, de tener vasallos tan valerosos, y expertos ? Ls teatros de la guerra jamás surtidos se vieron, ni de escenas mas plausibles, ni de mas ilustres hechos, que desde que en nuestros Lares prendió su voráz incendio, confundidas las memorias de los Romanos y Griegos.

Moncada: Bien la verdad acreditan las experiencias, supuesto, que ya en abiertas batallas, ya en particulares duelos, ya en la defensa del muro, siempre, ò casi siempre fueron del Español las victorias, y del Moro el escarmiento.

Tocan

Petronila: Mas esperad, ¿que confuso rumor de marciales ecos cerca del muro se escucha?

Moncada: Yo iré, Señora, à saberlo.

Sale Durfot

Durfot: Tened, Moncada, que yo, pues he notado el suceso desde el muro, le diré.

Petronila: Decid.

Durfot: El efecto del desafio, ha alterado todo el Exercito opuesto contra Grumanat; mas él, favorecido del grueso Almugaber, que llevaba, burló sus viles intentos: y el fruto de su victoria conduce à tus pies excelsos.

Petronila: ¡Oh Campeon el mas valiente! Andad, dirigidle presto à mi presencia.

Darfot: Ya cumplo, Señora, vuestros preceptos.

Petronila: Tened, que segun el gozo de los victores del Pueblo, y la conmocion festiva, que en todo el Palacio advierto, próximo debe de estar. Soberano Dios, ¿qué premios equivalen à esta hazaña?

Moncada: ¡ Ho que tristes sentimientos de no ser mia esta accion se despiertan en mi pecho !

Petronila: Llegue felice à mis brazos el Hèroe, de cuyo esfuerzo pende el alivio comun.


Grumanat: los Reyes, Tremecen, Castelldasèns, y Soldados.


Grumanat: Forzoso es, Señora, serlo quien pudo cumplir con tu orden, y con su valor à un tiempo.

Graca: Mi esposo, ¡ rara desdicha !

Castelldasèns: ¡ qué afrenta ! ¡ qué vituperio !

Petronila: Y vos, Rey de Tremecen, llegad.

Tremecen: si tus pies merezco besar, mas que mi victoria, me honrarà mi abatimiento.

Petronila: No à mis pies, sino à mis brazos os convido.

Tremecen: En este seno recibisteis, ' oh Delfina ! los alhagos de un paterno amor, para compensarle despues con un cautiverio.

Petronila: No lo es el que yo os destino, sino hospedage, en que quiero demostrar quan vivo existe en mi agradecimiento; y par que se acredite quan distintamente siento, en mi Palacio señalo à los tres aloxamiento. A vos, Señor, por prision, toda la Ciudad concedo, y al Rey de Castelldasèns le doy el propio aposento de su esposa Graca, en tanto, que ya el cange, ya el convenio, el Africano quartel, permiten vuestro regreso.

Castelldasèns: A vuestras plantas.

Petronila: Alzad. Y vos, ilustre Guerrero, referidme de esta empresa circunstancias, y progresos.

Grumanat: Aunque desluce el valor la propia alabanza, siendo merito el obedecer à tan soberano dueño, permitame la modestia, merecer obedeciendo. Salí del muro, llevando seis mil hombres de refuerzo, no por mi seguridad, sino por el cumplimiento de vuestra orden, en el caso de conseguir el efecto; y dexandolos vecinos al muro con vot expreso de no anticiopar alguna defensa, clamor, ni estruendo, me adelanté velozmente hasta el señalado puesto. Estaba en expectacion el formidable Agareno campo, formado en batalla, pronto à qualesquier suceso. A distancia regular vi apresurarse à mi encuentro el de Tremecen, llevando por su padrino, en el duelo, al de Castelldasèns, quien mas temerario que cuerdo, prorrumpe en ofensa mia mil afrentosos dicterios; pero, pues quedan vengados, queden tambien al silencio. El de Tremecen valiente, separandose un pequeño espacio de el, deseoso de dar principio al suceso, intimàndome el combate, que con impaciencia espero, contra mi pecho se arroja: mas yo entonces, recibiendo el golpe en el fuerte arnés, baxé mi lanza hasta el suelo, y uniendo de los caballos los dos arrogantes pechos, pude abrazarme con él, en cuyo porfiado arresto, que renovó à la memoria la lid de Hercules, y Antéo, fué insuficiente su brio, sus diligencias i esfuerzos, à evitar que le sacase de borren y estrivo à un tiempo, Vanaglorioso del triuenfo, con él en los brazos vuelo, donde mi escolta me aguarda, y rendido se le entrego, porque à tus plantas publique como cumplo tus preceptos. Visto el suceso fatal acude à su desempeño Castelldasèns, provocando à nueva lid mi ardimiento: acéptole el desafio, y enristre los duros frenos: embestimos tan veloces, que del formidable encuentro, à su pesar, los caballos vacilaron, y cedieron; recuperados, en fin, desnuda el brillante acero: yo le imito: él se adelanta; y renovando el sangriento combate, anduvo la suerte indecisa, discurriendo à quien debia ceder el lauro del vencimiento, siendo los meritos dos, y siendo uno solo el premio. Yo tambien, en el espacio que permitía el empeño, me proponia la idea de rendirle, sin el riesgo de su muerte, para hacer à su consorte el obsequio de restaurarle à sus brazos, mas bien de amor prisionero, que prisionero de Marte, siendo notorio el aprecio en que teneis à su esposa, la Reyna Graca; y sabiendo, quanto vuestra alma sensible se interesa en sus consuelos; proporcionó la fortuna el lance con mis deseos, pues herido su alazan de una punta, midió el suelo; mas disputando aun el triunfo el arrogante guerrero, exclamaba, no has vencido mientras respira mi pecho. Yo entonces, por desmentirle, bien como el neblí ligero, sobre la garza se abate, en las campañas del viento, me arrojé à él, y de sus brazos los impulsos reprimiendo con la opresion de los mios, le despojé del acero: de la tierra le levanto, y casi en hombros le llevo al esquadran prevenido, que en aplausos lisonjeros solemnizaba mi nombre, à tiempo que el Sarraceno, ardiendo en rabia y enojo, se avanzaba, con intento de recobrar ambas presas, y enmendar su vituperio: y trocandose en batalla formal, el singular duelo, se dividió en dos acciones, la principal del empeño, destinandose los unos, à sostener el encuentro, mientras à la Ciudad otros conducen los prisioneros. Los Africanos al ver frustarse sus pensamientos, desesperados, pelean; los Almugaberes fieros, al peligro se abandonan, haciendo gala el despecho; entre cuyos dos impulsos, andaba Marte sangriento, derramando los horrores, la confusion, y el estruendo. Pero yo, considerando cumplidos ya tus preceptos, mandé a mi escolta se fuese retirando en buen concierto, lo que executó animosa sin volver la espalda al riesgo, dexandose antes sembrado de cadaveres el suelo; en cuya plausible accion, que inmortalizará el tiempo, quedó airosa mi obediencia, efectuados tus deseos, triunfantes tus esquadrones, mis deberes satisfechos, sin victorias el Africano, pero no sin escarmiento: y así solicita, emprende glorias, aplausos, trofeos, dificultades, conquistas, triunfos, diademas, Imperios, porque el clarin de la fama, explaye en sonoros ecos, el nombre de Petronila, à los siglos venideros.

Petronila: Si hara quien tiene Soldados tan valerosos, y diestros, que el fiarles las empresas es lograr los desempeños. Graca, no puedo mostraros quanto os estimo y aprecio, mejor que en restituir un esposo à vuestro pecho. Vos, Señor, seguid mis pasos, donde vuestro alojamiento se disponga, y conceptual por el presente suceso si es culpable mi teson en la defensa que emprendo.

Tremecen: Qué importa, si el Alifama tiene un exercito inmenso, y no siempre la fortuna ayuda à el atrevimiento.

Petronila: Muchos exercitos vale solo un español acero, y nuestra fortuna pende, de un Dios poderoso y recto.

Grumanat: ¡Oh Catolica Amazona! Tus dias dilate el cielo.

Graca: Esposo, llega à mis brazos, ya que me obliga el adverso destino injusto, à comprar mis dichas à tanto precio: y ven donde Petronila vea tu agradecimiento.

Castelldasèns: Tu que indiferente doblas à la vil coyunda el cuello puedes afectar humildes gratitudes: yo que pienso solamente en mi venganza, sus piedades aborrezco, su vista huir determino, y sus favores detesto.

Graca: ¿ Mas no ves, amado esposo, que es inutil tu despecho?

Castelldasèns: Serà util contra mi vida la ponzoña, ò el acero.

Graca: El ceder à la fortuna, es heroico vencimiento.

Castelldasèns: Vivir el infeliz, es dexarse vencer del miedo.

Graca: La razon recuperada que ahora ofusca el sentimiento, te harà ver.

Castelldasèns: Que es infructuosa tu persuasion.

Graca: ¿Que no puedo reducierte?

Castelldasèns: No lo esperes.

Graca: Pues en tanto desconsuelo.

Castelldasèns: En tanto rencor.

Graca: En tanta desdicha como preveo.

Castelldasèns: Furias, dadme vuestro auxilio.

Graca: Ala dadme sufrimiento.


JORNADA SEGUNDA


Tienda de campaña, Mahomet, Celin, y Alifama,

leyendo una carta para si.

Mahomet: Tanto pavor ha infundido en el Exercito el trance de la lid ultima, que recelo que no sean fatales sus consequencias.

Celin: No hay duda, la perdida de tan grandes campeones; y demas de esto las circunstancias del lance, sin la anterior experiencia, dexan poco favorables esperanzas.

Mahomet: Añadid, si el Exercito llegase del Imperio.

Celin: Ese seria el colmo de nuestros males: un numero reducido de gentes, à cada instante dà al incendio nuestras tiendas, prende nuestros Capitanes, y favorece el socorro que introduce su Almirante, sin que ventajas algunas sobre la Ciudad alcanzen; ved, ¿que no harian unidos poderes tan formidables! Infelices de nosotros si consiguiesen.

Alifama: Quan facil un pusilanime pecho al temor se persuade ! ¿Juzgais que son invencibles los temidos Catalanes; que contra nuestros alientos hay deydad que los ampare, ò que à lidiar en su auxilio baxa de su esfera Marte pues yo os quiero conceder que asi sea: mas laudable será vuestro triunfo; y para que veais quan de vobardes anticipais las desdichas, y preponderais los males: sabed, que la prision de Castelldasèns, que os displace, no ha contribuido poco à nuestros universales intereses. Ved la prueba: ya sabeis que os dixe antes, que por medio de su astucia consigue comunicarme, quanto en la Ciudad sucede, sin peligro de examen. Por el he sabido, que temeroso del avance de nuestras huestes habian retirado al homenage del Castillo de Centellas à Tuiz, y Alarin; y añade, que à leve costa podrian sus personas restaurarse; por lo qual, envié al fuerte Rey de Valencia en su alcance con cinquenta mil Soldados. Hoy desde su carcelage, nuevo aviso me repite, no menos interesante; con cuyo logro imagino, que vuestros temores calmen; bien que es necesario mucho valor para practicarle. Me escribe, que un Moro esclavo de la Condesa, informarle pudo, de que en sus Jardines hay una mina, que sale desde ellos à nuestro campo, donde los quarteles caen del Rey de Murcia, que mal cegada, y de ella ignorantes los Christianos, puede à pocas fatigas habilitarse: que acostumbra la Condesa redimiento los afanes de la guerra, y los ardores de la estacion, espaciarse por la niche entre sus quadros sin que alguno la acompañe mas que sus Damas, y que si la interpresa encargase yo à pocos soldados, pero valerosos, y leales, podrian entrar por esta mina donde la matasen, ò prendiesen, consiguiendo sin costa alguna de sangre un triunfo, del que pudiera ser, que el principal dimane; pues la Ciudad cederia viendo faltar à su atlante: quando no, se castigaban sus altiveces, en parte; y era una satisfacion debida à nuestros desaires.

Mahomet: ¿ Y habeis resuelto seguir tan peligroso dictament ?

Alifama: Si, y en cumplimiento de él antes de comunicarle lo puse en practica, puesto que en asuntos de tal clase nada si no la presteza disculpa el yerro; esta tarde se reconoció la mina, Alí, y otros dos Alcaides con cien Moros en su escolta, sabrán conseguir el lance. Y pues se avanza la noche, vamos à donde se sabe que la mina desemboca, y en su centro, transitable ya, se introduce la gente, que la fortuna inconstante, cuidará del logro.

Celin: Vamos, aunque temo lamentables resultas

Alifama: Pues yo concibo una esperanza muy grande, de que por aqueste medio, he de conseguir triunfante, sobre la indocil muralla tremolar mis estandartes.

Sale la Condesa, y Cervera.

Petronila: ¿ Con ingratitud tan rara, corresponde à mi benigno genio el de Castelldasèns, que de su oculto retiro no sale a verme ?

Grumanat: En el tiempo, Señora, que le asistimos por vuestra orden en Palacio, solamente se le ha visto salir, bien que pocas veces, à un balcon, cuyo registro al campo Africano cae, donde suele divertido pasar algunos momentos.

Petronila: De su situacion no admiro la tristeza, ni que alhague su corazon afligido, con las vistas de sus gentes.

Cervera: Aunque intentase atrevido hacer fuga por él, harto distante está el muro, y fio no la logre.

Tremecen: ¿ Y quien pudiera ser tan infame, é iniquo, que con traicion semejante respondiese à tan benigno trato ? Condesa Delfina, ¿ de què le sirven los grillos y las cadenas, à quien prende con los beneficios ? Baxo palabra de honor soy prisionero; y te afirmo, que no me cuesta el cumplirla ningún afan exquisito. Bien es cierto, que mi amor acia ti tiene distinto origen. Tus tiernos años à sombra de mis cariños crecieron. ¡ Oh ! Quien pudiera, expresar el regocijo que quando me presentaron tu persona en el conflicto de Agramunt sintió mi pecho; pero és demás, si cobijoquanto bien le acreditaron los paternales oficios, que hasta tu perdida en joven edad practiquè contigo.

Petronila: Ya sabeis, Señor, que viven en mi corazon escritos, y espero recompensarlos en parte, quando el destino à mis brazos restituya el ausente esposo mio. Entonces regresareis a vuestro campo al proviso, con todos los prisioneros, baxo decentes partidos, que mi esposo aceptará pues que yo se lo suplico, y de este bien, solo à vos, quedarán agradecidos.

Tremecen: Y yo lo estoy al ailustre guerrero que dió motivo, de que yo en ti acreditase amor tan constante, y fino. Acreedor à tan grande premio por tanta accion le imagino, y creere de tu cordura, que el mas justo habrá obtenido, porque quien sino él.

Grumanat: Señor, el premio (si he merecido alguno) ya le he logrado, solo con haber servido: vuestra rendicion, no fue impulso del valor mio, sino error de la fortuna; y quando lo hubiera sido, creed, que baxo las vanderas de la Condesa, à quien sirvo, todos los soldados son capazes de hacer lo mismo.

Tremecen: La modestia os agradezco, y la arrogancia os envidio.

Moncada: Dexame entrar.

Petronila: ¿Qué es aquesto?

Sale Moncada con un Moro disfrazado.

Moncada: Yo, que à tus pies me anticipo lo diré. Este traidor Moro, en trage Español vestido, fué de un soldado à las puertas de Palacio conocido, y no dudando que fuese espia del enemigo, le traigo à tu vista, para que trocados los avisos, lo que cauteló à tu daño resulte à tu beneficio. Pasa allí, Moro, mal haya la perra que te ha parido.

Petronila: Esclarecido Moncada, mucho el presente os estimo. Africano, ¿Con que fin te aventuraste al peligro de entrar aqui disfrazado?

Moro: Si la vida que te pido me concedes, yo diré quanto en mi silencio cifro.

Petronila: Te la concedo: di Moro.

Moro: El Africano ha sabido, que el Castillo de Centellas se conducian cautivos à Tuiz, y Alaria sus deudos, y à recobrarlos altivo destacó al Rey de Valencia, con cinquenta mil Moriscos; pero en Vich, los Españoles sorprehendieron de improviso nuestras esquadras, frustrando el logro de sus designios; y el de Valencia me envia à nuestro campo à decirlo, y al Rey de Castelldasèns, siendo el que ha contribuido à nuestras operaciones con sus frequentes avisos.

Petronila: ¿ Que es lo que dices, el Rey de Castelldasèns ha sido quien à vuestro campo anuncia nuestros secretos designios ?

Moro: Si Señora.

Petronila: ¿ Y como pudo ?

Moro: Eso no sé.

Petronila: Mucho admiro que un hombre noble corresponda tan mal à los benedicios, y que asi ultraje las leyes de la hospitalidad, visto que hospedage, y no prision es la que yo le permito.

Moncada: La feroz intolerancia con que sufre su destino hace evidente esa duda.

Tremecen: ¿ Y es posible persuadiros à credulidad tan vana por tan debiles indicios ? Yo creo, que el miedo abulta todo lo que el Moro ha dicho, que el Rey de Castelldasèns, aunque implacable y ltivo, es noble, y el noble, nunca se vió desagradecido.

Petronila: Asi es verdad: tu Africano, por defenderte, has querido, à sombra de un hombre ilustre calificar tu delito, exceso, que te gradua de mis piedades: indigno; mas porque veas, que un pecho constante, heroyco, é invicto, aun en un supuesto falso, cumple lo que una vez dixo, la cautela te perdono, y el informe desestimo, con la condicion, de que vayas à tu campo mismo, y à tu General le digas que sus torpes artificios, su cobardia demuestran, y animam el valor mio: que se apresure al asalto, y con un noble principio tengan fin hostilidades, y estragos; que yo imagino excusarle la fatiga de escalar el muro altivo disputando en campo abierto la victoria en el conflicto, donde su triunfo, y mi ruina solemnicen mis suspiros, ò mis aplausos, y glorias esmalte el templado filo, arrastrando sus laureles al pie del Solio que piso.

Moro: Beso tus plantas.

Cervera: Señora, sin embargo, he discurrido que no es cuerdo el demasiado desprecio del enemigo. Ese Moro.

Petronila: Por librarse habrá inventado ese arbitrio, que el de Castelldasèns puede ser iracundo y altivo; pero no aleve traidor, inoxerable, è iniquo. Y ¿ como pudiera haber practicado igual aviso si no se vió, que no excediese el limite del retiro, que destine à su prision ? No creo tal desvario, ni sin indicios mas ciertos, ha de ofender mi cariño la fe de Graca, su esposa, con los temores precisos, que producen en su pecho mi desconfianza. Es digno de esta atencion su caracter; mas por no hacer desperdicio culpable de la advertencia, desde hoy à todos intimo la pension de vigilar sus acciones de continuo; y vos, Señor, retiraos, pues el feudo sucesivo, exige la noche, mientras esparce el Sol nuevos brillos, que yo esperar à la Aurora, en el Jardin determino, como acostumbro, fiada breves plazos al alivio de Morfeo, y largas horas, à los pensamientos mios; que si es culpable en dormir quien duerme con enemigos à la vista, con amor y ausencia, es mayor delito, quanto de un exterior riesgo, dista un interior peligro.

Moncada: La animosa indiferencia, que en nuestra Condesa miro, pudiera sernos fatal.

Durfot: Moncada, tal es su brio, que en su comparacion queda inferior qualquier peligro.

Cervera: Mas quan superior es siempre la precaucion al descuido.

Grumanat: Un animo noble, presto se persuade compasivo à la providad agena.

Tremecen: Grumanat, vos habeis dicho bien, pero yo en la primera reflexion, que hice, me afirmo.

Grumanat: Vos, Señor, no sois culpable en disculpar un delito que se halla en un parcial vuestro, pues no hay duda, que es indigno lunar de su honor manchado dexe el vuestro obscurecido: mas yo siempre.

Tremecen: Grumanat, tened la voz os suplico, y ved, que en el sol no imprimen los negros vapores frios, que exhala en humos la tierra, y eleva el viento en suspiros. ¿ Mi honor ? Mi honor siempre existe indemas de agenos vicios, vuestra sospecha es cobarde produccion de un miedo indigno; pero si en Castelldasèns se evidencian indicios, el de Tremecen será su mas opuesto enemigo: mas diré: si averiguados, para expiar sus delitos, faltase á la execucion el rogoroso ministro, yo propio con este acero, que en el español recinto cortó laureles de Marte, nunca ocioso, y siempre invicto, derribaré de sus hombros la cabeza, en sacrificio de la lealtad, y el honor que amo, respeto, y estimo.

Grumanat: ¡ Generosos sentimientos de un corazon poseido de su gloria ! Pero ya que en mauseolos de vidrio, sepulta el Sol sus ardores, velar el muro es preciso; porque si Alifama intenta sorprehendernos atrevido, encuentre en nuestros cuidados sus ardides prevenidos; y vea el de Tremecen que el precaver los peligros, no es temerlos, quando admire, si el efecto no lo dixo, y su situacion presente pasa mi triunfo al alvido, que en defensa de la patria, y horror de sus enemigos, en cada pecho español un bronce, un marmol, y uns risco


Jardín adornado de fuentes, y estatuas: al foro habrá un concabo grutesco en medio punto, cuyo hueco deberá ocupar una fuente con el simulacro de Venus, y será el parage donde haya de venir la mina. Habrá un camapé junto a ella, que imite ser de marmol, y sobre él dos almohadas: el teatro está obscuro, y sale Petronila, Laura y Damas.


Petronila: ¿ A qual de mis Damas hoy le corresponde la guardia ?

Laura: A mi, Señora.

Petronila: Pues vete à reposar lo que falta de la noche, que yo aquí me quedaré reclinada.

Laura: Mas advertid::

Petronila: Nada dudes.

Laura: Ya obedezco lo que me mandas.

Petronila: En esta verde mansion, donde solo me acompañan, vientos, que no escuchan, troncos, que no ven, y flores, que aman, salgan desde mi silencio à mis labios las palabras, envueltas entre suspiros, leves desahogos del alma. Destino injusto, y cruel; por ventura, ¿ no bastaba verme ausente de la prenda, que el corazon idolatra, expuesta à tantas fatigas, quantas produce la saña de Marte, entre quatro muros oprimida y asediada, sin que de cada victoria, nuevo peligro renazca ? Si en verdad, que el Rey injusto de Castelldsèns prepara nuestra ruina::: ¿ Mas qué sordo rumops es este ? Me engaña ral vez la aprehension. No se oye ruido alguno. ¡ Quan cercana del temor vive una triste imaginacion bastarda ! Mas, ¿ Yo temor ? ¡ qué delirio ! Vuelvo à la lid de mis ansias.Si Castelldasèns, ingrato, con una traycion villana corresponde à mis piedades, satisfará mi venganza, pues:::::: pero no es ilusion, que otra vez resuena en mi alma el eco de aquellos golpes, que aunque el miedo me engañára, el corazon, que à latidos me avisa alguna desgracia, no es capaz de equivocarse: ¿ que haré ? ¿esperaré arrestada à examinar el origen ? mas seria dar indicios de temor. No, aquesta hazaña la he de completar yo sola, averiguando la causa de este subterraneo estruendo que mi pecho sobresalta; pero exponerse à un peligro, tal vez por victoria escasa, si es noble impulso, no dexa de ser accion temeraria. Llamaré a mios guardias, pues:::: pero alguna de mis Damas estará cerca. ¿ Hola ?

Sale Laura

Laura: ¿ Qué me ordenais, Señora ?

Petronila: ¿ Estabas ya recogida ?

Laura: Aunque vos lo mandasteis, retirada me quedé en vuestra custodia, pues quando vos velais:::

Petronila: Calla, y escucha: ¿ no oyes rumor ?

Laura: Si, detrás de aquella Estatua de Venus, à lentos golpes, parece que despedazan débil obstaculo.

Petronila: Aquesta es traycion: anda, ve, llama a Cervera, Grumanat: a todos; diles, que salgan à reconocer, armados, al Jardín: ve, que ya tardas. ¿ Por quanto Venus no habria de ser quien apadrinára viles delitos ? Parece que ya el tardo rumor calma.

Por el concabo dicho salen varios Moros

I Moro: Ya es capaz el corto hueco para salir: no deshagas mas pared, pues à los golpes era facil despertar la Condesa; si tal vez en este Jardín descansa.

Petronila: Una voz medrosa se oye, y no distante pisadas.

I Moro: Mas aquí está una mujer: será ella: llegad, y echadla ese cendal en el rostro.

Petronila: ¡ Oh quanto los mios tardan ! ¿ Mas quien es ?

I Moro: Quien por ti viene, y quien, si la voz levantas, atrevesará tu pecho mil veces.

Petronila: Ha de mi guardia: traydores.

I Moro: Ella es, amigos. la asenyalan

Salen Grumanat, Cervera, Moncada, Darfot con hachas encendidas, envisten a los Moros, que huyen por los bastidores y la mina.

Grumanat: ¿ Qué es esto ? Ah, perra canalla: mueran todos.

Moros: A la mina.

Moncada: Aunque os dé el viento sus alas, será inutil diligencia.

Petronila: Tened, tened las espadas, que acaso, mas que sus muertes, son sus vidas de importancia.

Laura: En vano llamais, Señora, que qual Leones de Albania, siguiendo los Moros, entran por la rotura que hallan en la pared.

Petronila: Ahora veo, quanto he procedido incauta. El Rey de Castelldasèns, sin duda, supo se hallaba aquí esta mina, como ellos, poseyeron dilatadas edades esta Ciudad, y dió esta traydora traza para prenderme, o matarme. ¿ Mas como es posible ?

Salen Grumanat, y Moncada por la mina; y por los vastidores, Cervera y Darfot.

Grumanat: ¡ Rara alevosia ! Mas ya, Señora, está castigada.

Moncada: Ninguno escapó con vida.

Cervera: Sino algunos que vagaban por los Jardines, à quienes hice arrestar por tus guardias, porque sus declaraciones nuestras dudas satisfagan.

Petronila: Acertada precaucion ha sido; y pues ya del alba se perciben los reflexos, vamos donde examinadas sus ideas, justifique las resultas de mi saña; y en teniendo, como creo, la malicia comprobada, pasaré inmediatamente al posento de Graca, que en la distincion con que la trato, no será estraña mi visita, donde acaba de confirmar lo que falta. Esa rotura, que hasta hoy fué à nosotros ignorada, cerrad con piedra y fagina, y ocúpese en custodiarla buen numero de Soldados. ¡ Hasta quanto, estrela infausta, ha de sucederse en mi serenidad, y borrasca !

Moncada: ¿ Veis, Grumanat, si fué inutil mi sospecha ?

Cervera: Ya culpaba yo su generosidad; pero sigamos su planta, y averiguemos, unidos, una accion tan temeraria.

Grumanat: ¡ Oh quantas veces al noble su misma piedad lo engaña !


Salen con mesa, y escribania: el Rey de Castelldasèns.


Castelldasèns: El poco distante estruendo de confusas voces y armas, que apenas rie el aurora, de mi reposa me aparta, me hace acreditar, que ha sido nuestra empresa mal lograda; y pues en aqueste pliego le prevenia à Alifama, quanto importa apresurar el asalto de la Plaza, quiero añadir la noticia de su expedicion infausta;de cuyo malogro acaso fué su impericia la causa. Aquí hay recado: escribo ahora, despues por esta ventana una flecha, bien como otras veces, prestarà sus alas al aviso. Alá permita el logro de à nuestra esperanza.

Se sienta a escribir

Sale Graca

Graca: La conmocion del Palacio, y ver que mi esposo falta de mi oposento, me obliga::: pero el está en esta sala escribiendo. ¿ Què será lo que desvela sus ansias tanto ? Quiero desde aquí acecharlo, retirada.

Castelldasèns: Ya escribí. Ahora, pues la luz del dia está declarada apènas, y aqueste sitio, negado à la vigilancia de alguno, quiero fixar en esta flecha la carta, pus ya el Moro, que acostumbra salir al campo à esperarla, vendrá cuydadoso. Prenda de mi libertad amada, vuela feliz, que en tí entrego al ayre mis esperanzas.

Sale Graca: ¿ Qué haces ? Detente.

Castelldasèns: No impidas mi accion, no des voces, Graca; no publiquen tus extremos, lo que aun tu misma ignorabas.

Graca: ¿ Pues qué vas à hacer ?

Castelldasèns: No mas que lo que importa à mi fama, à mi libertad, y honor, avisando en esta carta al General de mi campo la situacion de la Plaza, el malógro de la empresa, que puso el Palacio en arma esta noche; y que ya no hay arbitrio de repararla.

Graca: Luego tu .......

Castelldasèns: ¿ Puede hacer menos el que ve tiranizada su libertad, oprimida su esposa, y su enojo en calma, que arrastrar qualquier recurso de desmentir su desgracia ?

Graca: ¡ Ha ! No el querer desmentirla produzca el acreditarla.

Castelldasèns: ¿ Como ?

Graca: Llegando à saber la Condesa....

Castelldasèns: Veces varias, sin riesgo de su noticia logré esta accion.

Graca: Mas se cansa de favorecer la suerte à quien porfia en forzar

la. Y quando te asista siempre propensa, y jamás contraria; ¿ será justo que en su oprobrio publique despues la fama, que tu libertad fue precio de una traicion ?

Castelldasèns: ¿ Traicion llamas querer librarse un cautivo de las cadenas que arrastra ?

Graca: Si, pues quando Petronila nos ofrece quebrantarlas, y es preciso à sus favores, quedar nuestra fe obligada; pretender la libertad de otra mano, será infamia.

Castelldasèns: Fineza de un enemigo, es sonrojo para una alma ilustre; mi libertad, quando yo puedo alcanzarla por mi, en ser dadiva de otro, mas se humilla, que se ensalza; y yo en admitirla hiciera accion torpe y villana.

Graca: ¿ Y es accion noble romper el homenage y palabra, que diste sobre tu honor ?

Castelldasèns: Promesas involuntarias, à que obliga la violencia no debe el honor guardarlas.

Graca: Si debe, quando la misma gratitud ls afianza.

Castelldasèns: A ofensas que al honor tocan, no hay gratitud que equivalga.

Graca: ¿ Y que ofensas Petronila te hizo ? Triunfar en campaña de ti; aquesta no es ofensa: injusticia es de tu escasa fortuna, que pocas veces la suerte al merito ampara; y caso que fuera ofensa, deberian con las armas rostro a rostro, y en el campo, satisfacerte y vengarla; mas no con una traicion tan infame, indigna i baxa.

Castelldasèns: Si es de esa forma no puedo, da aquesta me satisfafa: y asi no me estorbes ahora la ocasion.

Graca: Mi bien, repara que peligran nuestras vidas, si tus designios se alcanzan.

Castelldasèns: Si he de morir, muera al filo de mi propia intolerancia.

Graca: Desiste de ese teson; ese infame papel rasga, y despues sea despojo combustible de la llama. Si mi ruego....

Castelldasèns: Es muy injusto.

Graca: Si mi amor.

Castelldasèns: Porfia vana.

Graca: Si ruego, ni amor te obliga, mis lagrimas te persuadan.

Castelldasèns: Me persuaden à un peligro, lo sé, y debo despreciarlas.

Graca: Pues el llanto no me vale, el rendimiento me valga. Mirame à tus pies; en ellos permanecerá postrada, hasta que à mis vista rasgyes aquese papel.

Castelldasèns: Levanta. O será de aquesta suerte, atropellando mi planta.

Graca: ¡ Hay de mi !

Salen la Condesa, Tremecen, Grumanat, Moncada, y Soldados.

Petronila: ¿ Qué es esto ?

Graca: ¡ Ah estrellas !

Castelldasèns: ¡ De hielo soy viva estatua !

Graca: ¡ Pudo haber mas infortunio !

Castelldasèns: ¡ Cielos, la suerte está echada !

Petronila: Aunque ya la accion presente me informa, de quien me agravia, y quien me defiende; aquel papel me cerciore. Aguarda, no le ocultes.

Castelldasèns: No lo intento, porque empresas temerarias, solo las hace plausibles el teson de sustentarlas.

Petronila: Leed vos, Señor.

Tremecen: Así dice.

Graca: Duro trance.

Castelldasèns: Suerte infausta.

Tremecen: En continuacion de los avisos que he practicado hasta ahora, os hago presente que la Ciudad espera por instantes al Exercito Imperial: Si ambos poderes se unen, será imposible su conquista: acelerad el asalto, que yo contribuiré al desempeño con la frequente noticia de quanto ocurra, ya que mi situacion no me permite otra cosa. La interpresa que os propuse, debió peligrar en la execucion primera, y ya será dificil conseguirla, porque .....

Petronila: No prosigas, cesa, cesa; que para mi agravio hasta lo que has leido. Traidor Moro, de humilde prosapia, en quien el regio caracter se vilipendia, y se ultraja: ¿ Es esta la gratitud con que tu insensible alma reconoce mis piedades, y mis bebeficos paga ? Ola, Soldados, al punto le despojad de las armas, y conducidle à una torre, en cuya lobrega estancia ni aun le consuele el sol, mientras mi justicia satisfaga.

Graca: Piedad, Señora.

Petronila: Es en vano; ya he visto como se trata la piedad: vea él ahora el peso de mi venganza.

Castelldasèns: No me intimida la muerte, quando tu pasion tirana solicite que la sufra; pero el invicto Alifama, si no pudiese impedirla, al menos podrá vengarla.

Tremecen: Deten la voz fementido, vuelve al pecho tus palabras, sonrojo, injurias, y afrenta de la Nacion africana. ¿ Tu eres digno descendiente de aquellos, cuyas estampas inmortalmente se fijan en el templo de la fama, y de distantes regiones, aquí los condujo el ansia de adquirir gloria y honor ? No: si le crees te engañas: para nuestro oprobio entero pasó tu origen a España; ¿ Y como te persuadiste que tu muerte interesara lso corazones ilustres de los Heroes de la Patria, que protegiendo à un traidor infamasen sus hazañas ? Pues si el Exercito nuestro la sorpresa meditada intentó, licito ha sido el ardid en la campaña; pero aleve, del ardid à la traicion, hay distancia.

Castelldasèns: Yo perdono estas injurias al temor, que es el que en ti habla.

Tremecen: Yo no puedo tener mas que el sonrojo de tu infamia.

Castelldasèns: Con un prisionero ¿ Qué cobarde no se propasa ?

Tremecen: Me es sensible tu prision por tu desengaño.

Petronila: Basta. Llevadle luego a la torre, y entended, que si en venganza vuestra su exercito incitó el valeroso Alifama, no impediran sus impulsos los progresos de mi saña. Bastante à su costa sabe quanto pesan las espadas de mis soldados. Buscad en fe de vuestra amenaza, quien le informe por extenso vuestra situacion amarga, y le diga, que apresure al desempeño sus armas, antes que à irritar su orgullo, y à frustrar sus esperanzas, salga con mis Españoles del centro de estas murallas; derramando entre sus tropas muerte, horror, estrago y llamas; que si en numero sus huestes, à las mias aventajan, un avero Español, vale mas que muchas cimitarras. Y quando Heroes tan Ilustres del lado mio faltaran, yo sola, vive mi enojo, yo sola, yo confiada en Dios, brazo omnipotente, en su Madre soberana, y en el Apostól, de cuyo blason mi nombre se esmalta, sabria, vistiendo el pecho de acero, y de furia el alma, ocupar diestra el borren, blandir altiva la lanza, hacer rostro à los peligros, y en las moriscas esquadras, introducir los terrores, el pavor, la ira, y la saña, hasta conseguir dichosa, ò lamentar desdichada, ruina, precipicio y muerte, ò triunfo, victoria y fama.


Sale con los Caballeros.


Graca: Yo lasigo por si logran enternecerla mis ansias.

Cervera: Conducidle

Castelldasèns: Si la vida tanto influxo adverso enlaza, feliz es el infelice que siempre opuesto à la saña de las estrellas, muriendo con sus influxos acaba.


JORNADA TERCERA


Gran salon de Audiencia, con trono al foro, y sillas en orden: la Condesa en él, à su derecha en una silla Tremecen, y en las demás Cervera, Moncada, Durfot, sequito de Caballeros, y guardia.


Petronila: Valerososo vasallos, cuyo lientoel universo dignamente admira, y en quienes vivo, siempre confiada, de arrancar la raiz que profundiza, de gran tiempo à esta parte, en este suelo con fecundidad tanta la Morisma; ya sabeis quanto en fe de mi clemencia, la traicion se adelanta, y que ofendidas mis piedades, de absurdo tan enorme, ante mi Tribunal piden justicia. Un exemplar desean mis vasallos en un castigo: al mismo tiempo intima el asalto Alifama à nuestros muros: veo quanto podrá irritar sus iras la sangre derramada del aleve Rey de Castelldasèns, y que ella misma pudiera ser resguardo de la nuestra, si à pactar nos reduce la oxeriza de la contraria suerte; tambien veo, que en quien la fe catolica domina, pactar con sus tiranos enemigos, es aprobio, es injuria, es villania; y que antes de comprar la vida à precio tan humilde, es mejor perder la vida. Aquesta idea me inspiró enviase al Baron Grumanat, à la vecina montaña de Vidreras, donde existen cinco mil Almugaberes, à vista de Agareno vulgo, porque mi orden comunique à sus Tropas aguerridas, para que en el asalto prevenido, embaracen las furias enemigas; que no dudo lograr con su socorro si no el trofeo, contener la ruina; sin embargo, ni aquesta confianza, ni el horror de la culpa en que se mira convencido ese reo, no quisiera condujese à un exceso nuestras iras. Por lo qual os convoco, donde unidos, reflecteis si la barbara perfidia del de Castelldasèns adquirir puede contra el cargo disculpas que le eximan, si no absolutamente del castigo, al menos de sufrir la ley prescripta. El se obstina en callar sus confidentes, no obstante que es forzoso los tendsria: ya he mandado à mi guardia conducirle; votad, si; que respetos os lo impidan; pero con la advertencia, de que en medio de una amenaza, y una alevosia, ni este delito extingue mi clemencia, ni aquel furor mi pecho atemoriza.

Cervera: Mi dictament, Señora, si mis canas de aquesta preferencia se hacen dignas, es que sufra el gravamen del castigo, segun contra un traidor, la ley le dicta. La piedad, si trasciende hasta el extremo, en vicio degenera; y la desidia en castigar el crimen, es culpable; si despues las esquadras enemigas satisfaccion exigen del agravio, no se le negaran nuestras cuchilladas.

Moncada: Mi voto se refiere à ese dictamen.

Durfot: Y el mio, gran Señora, es que se admita.

Sacan al rey de Castelldasèns, y sale Graca.

Cervera: Ya conducen al reo á tu presencia.

Castelldasens: ¿qué pretendeis estrellas siempre esquivas ? ¿ aun no estais satisfechas de ultrajarme ?

Graca: Y yo vengo, Señora, dirigida de mi propio dolor, donde conozca el precio de mis lagrimas vertidas.

Petronila: Me complace en extremo, que concurras, donde el error de la piedad distingas.

Castelldasèns: Yo stoy ¡ oh Petronila ! Ante tu solio donde espero mirar con que osadia te atreves arrogante à unos derechos, correspondientes solo à la divina mano, que es quien juzgar debe à los Reyes.

Petronila: Si como Rey obrases, bien dirias, mas un Rey no promueve las traiciones,; un Rey no recompensa con perfidías beneficios; un Rey...¿ mas que me canso ? Un hombre de la clase mas indigna, sabe guardar respetos tan inmunes: contra su bienhechor jamás conspira: demás, que no eres Rey, eres mi esclavo, y subdito infeliz de mi justicia; la fortuna primero, y tu delito despues, tus preeminencias aniquila. Sabes, que de tu suerte arbitro, pudedo reducirte à prisions escondidas, donde siempre arrastrases mis cadenas. Mas yo, ¿ quán generosa y compasiva suavizé de tus hados el gravamen ? No lo ignoras: excusa lo repita. ¿ con què recompensastes mis favores ? Con una traicion barbara è iniqua, que ante Dios, ante el Mundo, ante los Reyes, mis determinaciones justifica; no obstante, porque nunca se persuadan las Naciones remotas, ó vecinas, que en mi pecho venganzas, ò rencores, à la integridad justa predominan; yo desciendo del trono, á su esfera snsalzo un Juez, que tu razon decida; y si ha de doblegarse en algun modo, sea ácia mi piedad, no ácia mis iras. Vos, Rey de Tremecen, en quien no puede residir la pasion, que en mi creerian, juzgad aquese reo, segun vuestras leyes: id, ocupad la ilustre silla: en vuestros labios, pongo la sentencia: mi desagravio en vuestra voz se cifra: la decision postrera de vos pende, sin que haya apelacion que la resista. No os seduzca el afecto, ni la Patria: él es Reo, yo Parte, y vos Justicia.

Castelldasèns: Cielos, ¡ qué oygo !

Graca: ¡ qué escucho, Alá Divino !

Tremecen: Permite qué me excuse, (oh Petronila) de un cargo tan ageno, pues mi suerte....

Petronila: Vos, á mis ordenes sujeto, (aunque esta voz mi corazon me riña,) no debeis resistir á mis mandatos; demás, que os lo suplico por mi vida.

Tremecen: Pues si he de obedecer, ya ocupo el Trono, en cuya esfera, el Héroe se indemniza de vulgares pasiones, ¡ justos Cielos ! Inspiradme en accion tan nunca oida.

Castelldasèns: ¡ Este ultraje faltaba !

Graca: ¡ Oh quan horrible sentencia, mis temores pronostican !

Tremecen: Rey de Castelldasèns, vos à este solio compareceis, cuvierto de la indigna macula de traidor: vuestro delito, bastante le comprueba vuestra firma; la declaracion propia de los Moros, que las inteligencias atestiguan vuestras en el Exercito enemigo; y despues la evidencia lo acredita. A esta culpa se agrega vuestra infamia, é ingratitud; y todo os acrimina, sin que se halle un vislumbre de descargo, que el peso de las leyes os exima; por lo que allo ser justo, que un cuchillo, de vuestros hombros la cerviz divida; que vuestra infiel cabeza se le entregue à vuestra esposa Graca, y que ella misma la conduzca al Exercito Africano, porque de exemplo a los traidores sirva, para que se conozca, quan sin fruto se vale de cantelas fementidas, siendo mayor aplauso ser vencido con gloria, que triunfar con ignominia.

Castelldasèns: ¡ Barbaro !

Graca: ¡ Infiel !

Petronila: Cesad.

Graca: Y vos, Señora, en cuyo noble pecho predominan, de la naturaleza, los mas gratos sentimientos, ¿ oireis sin terror, è ira la decision de un barbaro sangriento, y tendreis corazon para cumplirla ?

Petronila: Graca, vuestros lamentos me enternecen y conecereis pronto, à que me obligan. Señor, al solio agusto me presento, no à irritar el furor, Parte ofendida, sino Parte doliente, à suplicaros, que modereis sentencia tan esquiva. Yo pospongo mi injuria à mis piedades: ved si se halla un recurso que reprima castigo tan severo en vuestras leyes.

Tremecen: Yo no lo encuebtro en ellas, si vos misma que sois arbitro y Parte, como Parte no deponeis la ofensa compasiva, mandad ahora, como arbitro, que sea derogada la ley; pero advertida, de que la autoridad que refundisteis en mi, la creo ilusa, è irrisiva; pues para desayrar mis decisiones, me elevasteis al Trono de justicia.

Petronila: No: mas Graca, ¿ en que ha sido delincuente, para que tambien sufra la ignominia, y el rubor de la pena ?

Tremecen: En el indicio de que la traicion barbara sabria; y por temor del riesgo de su esposo, ssepulto en el silencio la noticia.

Graca: Decrete Cielo y Tierra mi exterminio si delinquente soy en tal perfidia.

Tremecen: Esa averiguacion es muy dificil.

Petronila: Siendo asi, que no es facil definirla, hagase sacrificio de la duda à la clemencia, y quede redimida por mi suplica, Graca, de todo ultraje.

Tremecen: Sube otra vez al Trono, Petronila, y decide à tu agrado, si conoces que la razon, è integridad te inspira un dictamen diverso: que yo en tanto que la ocupo, no es facil que desista; ni que à balancear mueva mi discurso, ruego, ò favor, clemencia, ni oxeriza. Retractar un Monarca sobre el Trono soberano de sus leyes decisivas, es hacer ver que pudo errar; y en esto mucho la Magestad se humillaria. Vuelve à ocuparla tu; y en el decide: sé piadosa, ò cruel, premia, ò castiga; que yo de él me separo, satisfecho con saberm que juzgué segun debia.

Petronila: Con que en fin, ¿ á tan rigida sentencia no hay efugio?

Tremcen: No lo hallo.

Petronila: Pues cumplirla.

Se entra la Condesa, y Caballeros, y queda parte de la guardia.

Casteldasèns: ¡ estrellas inhumanas ! ¿ y tu, aleve Africano, cruel, no te horrorizas de derramar la sangre, que debieras conservar à la Patria.

Graca: ¿ Y no vacila, baxo tus pies la tierra, confundiendo en abysmos de horror tu tirania ?

Castelldasèns: Tu injusticia villana.....

Tremecen: Tu delito te condena á morir, no mi injusticia.

Graca: Yo espiraré en tus brazos, siendo...

Castelldasèns: Aparta, motivo principal de mi desdicha. Tu eres quien me conduce al sacrificio, tu, que mis intenciones resistias: tu, que distes lugar à que se hiciese notoria mi traicion: huye mi vista, pèrfida, que tu aspecto pavoroso, con la memoria solo me intimida: mas no, yo huiré de ti, donde el influxo de mi barbara estrella me destina, detestando tus necias gratitudes, tu vil pecho, y tu infame cobardia.

Graca: Justo Alá, ¿ negareis à una infeliz un dogal, ò un acero, que redima su triste corazon de tantas penas ? muero de horror, fallezco de agonias. Cielos, si os compadeceis de mi quebranto, dadme constancia igual à mi desdicha.


Salon corto. Cervera, Durfot, y Moncada.


Durfot: El animo inexorable del de Tremecen, admira como inaudito.

Cervera: El cederle la sentencia Petronila, fué querer justificar el castigo en la perfidia; y sincerarle del cargo en que, acaso la malicia, pretenderia incluirle, sospechando que podia, por ser igual su interes, ser complice su oxeriza.

Sale Petronila: ¡ o quanto me compadece la situacion enemiga de Graca ! ¿ Mas como puedo enmendarla ò resistirla, si habiendo depuesto en otra mano las ofensas mias, ya no existe en mi la accion suficiente à remitirlas ?

Cervera: Vos, señora, executasteis quanto en tal caso debiais, y podeis tranquilizaros con satisfaccion tan digna.

Sale Moncada: Ea, Españoles, ahora si que llegó vuestro dia.

Petronila: Moncada ¿ que novedad os alegra y regocija ?

Moncada: Habeis visto desde el muro, que la canalla enemiga, para darnos el asalto à la Ciudad se encaminan. No pudo fingir tan bello pais la imaginativa, como el que al romper la marcha, da su numero à la vista. Salid, y vereis, Señora, que admirable prespectiva: vereis nevados los vientos de candidaas muselinas, quando arjubas carmesi valles, y selvas matizan; vereis que al confuso estruendo, de añafiles y vocinas, levantan nubes de polvo, que en si propio se disipan, los andaluces caballos, y las yeguas berberiscas: y reververando el sol en las alargas, y picas, nuevo Exercito copioso propone à la fantasia; y por ultimo, vereis lo que mi gozo origina, pues al considera solo, que esa profusion altiva, que ese fausto viene à ser despojo de nuestras iras vengo à vuestros pies, Señora, reventando de alegria.

Petronila: En mi causa igual efecto, Moncada, vuestra noticia; pero al ver que Grumanat no llega, y que se anticipa el Alifama à el asalto, me ofrece tristes premisas, de que ha de entrar en la Plaza, con gran riesgo de su vida.

Moncada: Vano es vuestro temor, pues sin que el ingreso le impidan ya entró Grumanat, y solo se detiene en quanto quita el morisco disfraz, para llegar mas digno à tu vista

Sale Grumanat: Con tan feliz desempeño, como el exito publica, pues llegando à las montañas de Vidreras, donde alistan contra el Africano, cinco mil soldados, que acaudillan Pallás, Osada, y Salius, vistiendome de moriscas ropas, que me disfrasasen les intimé las prescriptas ordenes vuestras, que todos reciben con alegria; y no tan solo he adquirido, en la accion que me confian vuestras ordenes, la gloria de obedecer, y cumplirlas, mas tuve el honor de haberme congregado à la mas digna empresa que ha visto el sol, en quantas regiones gira, desde el contrapusto polo; pues concurrí, por mi dicha, al recobro de seiscientos tiernos infantes, que habia robado el Moro de todas las poblacions vecinas, con el enorme designio de cultivar su puericia en la deprabada secta, que ofusca sus fantasias. Si hubiera de describir los sucesos de aquel dia, el estrago, los horrores, la confusion, y la grima, qualquiera exageracion, habia de ser concisa: baste decir, que el encono, el furor, y la oxeriza, prestaban à los aceros sus pasiones vengativas; formando nuestros impulsos sobre la turba morisca, una herida, en cada amago, y una muerte en cada herida. Lograda la accion, dispuse mi regreso à vuesra vista, penetrando de un extremo à otro, la Africana linea, por donde pude inquirir que Alifama determina darnos su ultimo asalto, con sus fuerzas reunidas; y asi prevenid, Señora, el castigo à la osadia, à las sienes el laurel, y el desempeño vos misma; para que el barbaro encuentre los trofeos que codicia, convertidos en ultraje, pena, estrago, muerte y ruinas.

Petronila: Yo confio que asi sea, si dios mis impulsos guia; y pues no hay que prevenir supuesto que aya se mira, por la vigilancia vuestra, la Ciudad abastecida de viveres, municiones, fuegos, Maestros, flechas, picas y quanto exige el fiero arte de la guerra, en nuestros dias, no pretendo, nobles Godos, presenteros à la vista los ultrajes padecidos,por esa gente enemiga, desde que el traydor Julian, y la infelice Florinda, la franquearon nuestras puertas, para la comun desdicha; solo quiero preveniros, que el logro de redimirlas, consiste ahora en evitar su persecucion impía; si vence el Moro, volvemos à su esclavitud indigna, y ya sabeis quanto el cuello, su infame cadena oprima. Sufrid el ultraje, fausto, despotismo y tirania; de cuya vil opresion, no se exime honor y vidas: seria el siempre infelice fruto de nuestra desidia: nuestros Lares, otra vez à su dominio vendrian; nuestra prole, à sus cadenas; nuestra paciencia à sus iras; y donde, con sacrificios tiernos, nuestra fe cultiva oblacions à Jesus, alabanzas à Maria, darian adoracions à un vil impostor,que habita los horrores del infierno, por su viciosa doctrina. Sola esta imaginacion me conmueve, y horroriza: el pie se ciñe de yelo: torpe el corazon se agita; el aliento se comprime; y el alma se abraza en ira. No, heroycos Barceloneses, no llegará el fatal dia; pues yo, en quien los femeniles temores obrar podian, antes de humillarme à tanto riesgo, afrenta, è ignominia, expondré el pecho à la espada, y entre las huestes Moriscas, entre el destrozo, la sangre, el precipio, y la ruina, permaneceré animosa firme, resuelta y altiva, peleando hasta ganar el triunfo, ó perder la vida.

Grumanat: ¿ Que soldado habrá remiso si tan valiente heroína le conduce à las victorias ? Suena el bronce, el parche gima y lamente su exterminio fatal, la hueste enemiga.

Cervera: Ahora el tagico suceso del traidor, que pretendia obscurecer vuestras glorias en fe de una accion indigna, (pues ya no puede tardar en llegar à su noticia,) irritará nuevamente del Africano las iras.

Moncada: De esa suerte, el Alifama verá como se castigan sus torpes maquinas, siendo un exemplar, que le avisa del peligro, à que su orgullo su infiel cabeza aproxima.

Petronila: Vamos, y en la confianza de que la victoria es mia, cantemos el triunfo, dando à Dios gracias infinitas.

Todos: Viva la gran Fe, victoria, Barcelona, y Petronila.


Salva larga, muro y puerta practicable, con vista de la Ciudad, campamento de Moros por abaxo, y en la muralla se ven algunos Christianos.


Alifama: Ya valientes Africanos, llegó à su linia postrera la obstinacion enemiga de la plaza, y mi pciencia: ya el Rey de Castelldasèns, aun sus avisos me niega, y de la tropa enviada á la nocturna sorpresa, no regreso alguno: infiero las fatales consequencias que habrá tenido la accion, y no pretendo que sean segunda vez mis ardides, despojo de su fiereza, avisos de su ignorancia, ò indicios de nuestra ofrenta; ya he resuelto el exterminio de esta tenaz gente ciega, que son numero tan corto, quiere practicar defensa tan imposible: ya estan reunidas nuestras fuerzas, y los Reyes de Segorve, Murcia, Sevilla, y Valencia, prontos à dar el asalto con el de Toledo, esperan la ley que intimen las caxas, para cumplir la sentencia, que nuestro rencor fulmina, sobre esa Ciudad soberbia. Hoy antes que el sol decline, vereis su augusta opulencia, ò transformada en cenizas, ò convertida en pavesas.

Celin:Tened, que si no me engaño: parece que abren las puertas.

Alifama: ¿ Tendrá, tal vez, la osadia de imaginar su Condesa presentarnos batalla ?


Abren las puertas, y sale Graca con un azafate en las manos cubierto, llorando, y parandose con dolor.


Mahomet: Solo ha salido por ellas una mujer, en el trage africano, y despues cierran.

Alifama: ¿ Si los sitiados, à vista de mies esquadras inmensas, consternados del temor, darse à partidos intentan, y envian à una muger porque mis piedades mueva ?

Celin: Sin duda, pues lo acredita el llanto y dolor que ostenta; y el vestir africano trage, será para muestra de que ya, como à su dueño, hasta en esto os lisongean.

Mahomet: Un azafate en sus manos cubierto de roxas sedas conduce.

Celin: Será presente, con que conciliarse piensan tu atencion.

Graca: Presuntuosos Africanos, viles Tropas Agarenas, aleves hijos del odio, del rencor, y la fiereza, vosotros, cuya ambicion desde las playas maternas, dirige vuestros impulsos à infectar las extrangeras: ¡ oh antes que la infame planta hubieseis fixado en ella, en torbellinos de espuma los mares os sumergieran; os fulminaran los Cielos, ò fatigada la tierra en sus obscuras entrañas os fabricase la huesa, para evitar los horrores, calamidades, tragedias, sustos, estragos, ruinas, que la humanidad lamenta, que los Cielos aborrecen, y mi corazon penetran ! vosotros, digo, tiranos, cuyas indignas proezas, si la traicion no las rige, el valor no las fomenta, aquí teneis el aviso que esperais con impaciencia: mi triste esposo os le envia dirmado con sangre: aquesta en vuestra injuria y mi llanto, vuestro aviso y su cabeza.


Le destapa


Alifama: ¡ Justo Alá ! Los dos ¡ Mahoma excelso !

Graca: Ved la infelice cosecha de vuestros torpes insidias, traiciones, y estratagemas. Ved el fruto sanguinario de vuestras vastas ideas: contempladle, y recread la imaginacion sedienta de sangre, en aqueste objeto que en ella misma se anega, victima sacrificada à las seducciones vuestras, que pide con mudas voces, llanto à la naturaleza, venganza al Cielo divino, y rayos à las esferas. Vedle impíos, y temed, que Alá poderoso vuelva sobre vosotros el rostro, de los furores que flecha contra mi corazon triste. Ya los Christianos se aprestan à vengarme de vosotros, que origen de mis tragedias conducistes à las aras del sacrificio la ofrenda. Ved que airados los Cielos militan en su defensa;


todos los Christianos al muro.


y si sale de los muros la gente Christiana, es fuerza que esta cabeza infelice, os cueste muchas cabezas. Vedle que yo consternada, y en mis sollozos envuelta, vuelvo à la insigne Ciudad, à verter sobre la tierra, que el corazon de mi esposo cubre, mis lagrimas tiernas; hasta que de mi dolor, lastimadas las estrellas, me franqueen favorables la siempre agradable nueva, de que ha abierto à vuestra fuga el mar, sus profundas sendas, la tierra, su obscuro seno, y el ab ismo, sus cavernas, porque quando muera yo, vengada, à lo menos muera.

Alifama: Seguidla.

Mahomet: Ya no es posible, porque llegando à las puertas, despues de reconocida, al punto se las franqueen.

Alifama: ¡ Oh Rey de Castelldasèns, quan grande precio te cuesta tu lealtad ! Apartad ese fiero horror de mi presencia, porque su vista en mi pecho todas las furias engendra del abismo. Ea, Africanos, ¿ nuestro valor, à que espera, si no estimula venganzas este baldon, esta ofrenta ? Inunden nuestros clarines de terrores las esferas, y caygan esas murallas en humo y ceniza envueltas. A el asalto, yo el primero he de pisar sus almenas.


Al toque de claxa y clarín van saliendo todos los Moros, y formandose en batalla para el asalto; la Condesa y los suyos al muro: empieza el ataque vivamente. En lo trabado de él salen tropas Christianas que envisten la retaguardia del Moro, le desordenan, siendo tambien rechazados del muro, abren las puertas de la Ciudad, salen los Caballeros con vanderas tendidas, y en medio la Condesa vizarramente armada ( y si puede ser a caballo ) forman una batalla à dos caras con varias evoluciones y luego se entran los Moros seguidos de los Christianos. Grumanat, y Alifama.


Grumanat: Rindete, Moro.

Alifama: Christiano, cuya gallarda fiereza à tanta victoria aspira, y à tanto empeño te alienta, ¿ Qué quieres ?

Grumanat: Perro, llevarme con tu espada, tu cabeza.

Alifama: Si mi cabeza, y mi espada es todo lo que deseas, mira quanto se defiende una, y otra quanto pesa.

Grumanat: ¿ Qué importa si contra el brio Español, no hay resistencia ?


Salen Celin y Moros.


Celin: Huyamos por aquí; ¡ pero que miro ! el Christiano muera.

Grumanat: Probad, barbaros.

Celín: Señor, pon tu vida en salvo mientras yo muero.


Sale la Condesa, y Caballeros.


Petronila: Soldados mios, aquí otra vez se renueva la batalla.

Cervera: Huid, cobardes.

Moncada: Mueran todos.

Todos: Arma, guerra.


Se entran riñendo.

Sale Alifama, Mahomet,Celín y Moros.


Alifama: Mahoma, de tu reniego. ¿ Como consiente la tierra el peso de un infeliz ? Las esquadras Agarenas vergonzosamente huyen derrotadas, y deshechas. Volved, volved, Africanos, y desmentid las afrentas de la fuga.

Mahomet: Inutilmente quieres que à reunirse vuelvan à tus voces: el estrago por todas partes nos cerca; salva tu vida, Señor.

Alifama: ¿ Estos Christianos son fieras, ò las parcas, que el abismo, dentro de su seno encierra, los abortaron tal vez, para nuestra infamia eterna ? Recobremonos, amigos y retirada parezca la que es fuga, cercaremos à distancia esa soberbia Ciudad, mientras à mis tropas nuevos socorros se agregan, y entonces, este desayre enmendará mi fiereza, no dexando en sus altivos muros, piedra sobre piedra, sangre entre sus ciudadanos, que mi rencor no se beba; ni edificio, que à la llama, que mi corazon fomenta, no se disipe en estragos, polvo, ruina, humo y pavesas.


Salen por la derecha Petronila, Cervera, Moncada, Durfot, y Soldados.


Voces: Viva, Petronila, viva.

Otras: Viva, lidie, triunfe y venza.

Cervera: Esta accion pone en olvido quantas la fama pondera de Semiramis; el orbe, jamás oyó tan completa victoria, entre quantos triunfos canta Roma, escriba Grecia. Alifama huye afrentado, sus quarteles, y sus tiendas, desperdicio de la llama, al ayre en cenizas vuelan. Mas de veinte mil esclavos à nuestro alvedrio dexan, y un exquisito botín de innumerables riquezas.

Petronila: A Dios se tributen gracias, que infundio tal fortaleza en vuestros heroycos brazos: mas si en tan gloriosa empresa he perdido à Grumanat, bastante caro me cuesta.

Moncada: Yo le ví lidiar, ceñido de Moros, con tal fiereza, que el valor inimitable, se pudo formar trincheras de los cadáveres cuerpos, entónces, à toda priesa quíse acudir à su auxilio; mas de mi vida le lleva veloz tropel de caballos, entre las confusas nieblas, que el polvo, el estrago y humo, entretexen y condensan.

Durfot: Yo le vi seguir su fuga, escoltado de pequeña esquadra, que reunida por su valerosa diestra, iba sembrando terrores en las Tropas Agarenas.

Petronila: Pues si Grumanat es muerto, ó prisionero le llevan, he de segir el alcance hasta recobrar la presa, ò penetrar animosa las Africanas riveras.


Sale Tremecen y Graca por la puerta de la Ciudad.


Tremecen: En hora buena, triunfante, y orlada de lauros vuelva al abrigo de sus muros, la heroyca Pantasilea.

Petronila: Bien recompensais, Señor, los pesares que me deba producir el vuestro, al ver que mis gloriosas empresas hayan de ser conseguidas siempre tan à costa vuestra.

Tremecen: El deseo de que triunfen las Esquadras Sarracenas, no impide en mi el gozo de que mi bienhechora venza.

Graca: Yo os felicito, Señora, vuestros lauros, y aunque en esta accion, son incompatibles, vuestro aplauso, y mi tristeza, del modo que me permite, os rinde la enhorabuena.

Petronila: ¿ Mas qué es esto ?

Cervera: Grumanat à vuestra vista se acerca.

Petronila: ¡ Oh, Soldado valeroso ! Feliz à mis brazos vuelva.

Sale Grumanat: Fuerza es que llegue feliz, quien conduce alegres nuevas; por empeñarme, Señora, demasiado en la sangriengta batalla,, que aterroriza el monte, el valle, y la selva, del grueso que acaudillaba, me vi separado apenas, quando un cerrado esquadron de lanzas, picas y flechas, à mi exterminio conspira, ò à mi rendicion anhela; mas desempeñado de él, volví al caballo las riendas, para unirme con mi gente; pero fué mi diligencia inutil, pues ya corrian el campo nuestras vanderas; y donde perdí mis tropas, apenas hallé las huellas: deseoso de saber qual nuestra situacion era, para alcanzar con la vista lo que à la planta se niega, de una colina, tomé la intransitable vereda, donde una antigua atalaya, que los enemigos dexan, me permitió ver el triunfo de nuestras armas excelsas. Desde una eminente cumbre vi las heroycas proezas, de tus valientes soldados; el incendio de las tiendas enemigas, el destrozo de la canalla perversa, declarada su vil fuga, y nuestra victoria cierta. Iba à descender al llano, quando mi oido embelesan por la tierra, y por el mar, nuevos trinos de sirenas militares, cuyo estruendo me incitó à expectacion nueva; y descubrió mi intencion, en dos acciones opuestas, cubierto el mar de baxeles, y de estandartes la tierra, cuyos roxos tafetanes, distintamente demuestran el blason de nuestras Barras, que en golfos de oro se anegan, siendo horror del Africano, y asombro de las esferas; de lo que llego à inferir la felicidad completa, y que nuestro amado Conde ceñido de triunfos llega, con el Imperial socorro prometido, donde sea de sus leales vasallos norte, columna y defensa.

Petronila: ¡ Oh Dios ! ¡ Quanto regocijo mi fiel corazon penetra ! ; qué esperanzas no concibe de ver arrancar las fieras raices, que en este suelo afirmó la infame secta. Nobles vasallos, corrred: conduzcamos à su excelsa planta, todos los trofeos habidos en esta guerra: orlen su frente mis lauros, y las lunadas vanderas, arrastradas à sus pies, nuestra victoria engrandezcan.


Se descubren varios baxeles, que se van acercando al puerto, y en ellos numeroso sequito de Caballeros, y hacen salva de caxa y clarín: entran y salen.


Grumanat: Ya se escuchan los clarines.

Moncada: Ya se avistan sus vanderas.

Cervera: Y ya los menores buques, viran sus proas à tierra.

Petronila: Pues las salvas militares unas à otras se sucedan.


Tocan marcha, con la que desembarca el Conde, y Caballeros con comparsa, los de tierra los ayudan à desembarcar, y en el tablado se abrazan mutuamente, y se arrastran las vanderas Moriscas, à los pies del Conde Wifredo.


Petronila: En hora feliz, esposo, triunfante à mis brazos vuelvas.

Wifredo: Si haré, pues honran mis triunfos, tus victoriosas empresas.

Petronila: ¿ Qué felicidad ?

Wifredo: ¿ Qué dicha ?

Los dos: Se compara con la nuestra.

Wifredo: Francia y Lombardia, absortas, el nombre Español respetan por mi esfuerzo, y por el tuyo: Africa, oprimida tiembla, de cuya derrota el viento le llevó al agua la nueva.

Petronila: Pues entre aplausos y glorias, halle lugar la clemencia; ve aquí el Rey de Tremecen, que ilustró mi edad primera; ve aquí à la infelice Graca, que aunque desdichada, es Reyna: estos nobles prisioneros, Esposo, mi amor te entrega ( se arrodilla ) y el te pide, que à tu mano su dulce libertad deban.

Wifredo: Yo se la concedo, al punto que la morisma dispersa evaquen nuestros confines para cuyo fin, apenas, corto descanso permita, breve ocio à la quietud nuestra, quando seguiran su alcance mis victoriosas vanderas.

Cervera: Pues decid, triunfantes Heroes, de tanta alegria en muestra.

Voces: Wifredo, y Petronila, vivan edades eternas.

Todos: Y vivan los que piadosos, nuestros defectos toleran.


FIN


Barcelona: Por Juan Serra y Centenè, Impresor y Librero, en la baxada de la Canonja.

 

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